Llegamos a Estambul a las 5 de la mañana. Tenemos suerte de que el tío del hostal nos deja meternos en una habitación a dormir aunque no sea la nuestra (y sin pagar nada). Lo primero que hacemos en la ciudad es quedar con una chica de allí, que gracias al erasmus habíamos conocido en Maribor.
Con ella vamos a ver la parte nueva, cruzando el puente Galata, menos turística y a comer un kebab «de verdad». Las cosas vienen por separado y en vez de salsa de yogurt, es para beber mientras. Una cosa importante que nos dice es que el agua del grifo no es potable.

Después vamos al barrio de Beşiktaş, un barrio con muchísima vida, cafeterías y un ambiente que no tiene nada que ver con la parte más oriental. Aprovechamos para probar los dulces típicos, fumar una shisha y visitar la mezquita de Ortaköy, que si pilla un día soleado es una auténtica pasada por la iluminación interior.


Al volver a la zona de Hagia Sophia ya está completamente abarrotada de gente. Es ramadán y está a punto de ser el último rezo, a partir del cual se permite comer. El ambiente es muy festivo, muchas familias comiendo entre las mezquitas, con puestos de comida, música… Un ambiente que te hace querer volver.


El siguiente día lo dedicamos al turismo más convencional, que incluye la mezquita azul, Hagia Sophia (que por cierto, cierra los lunes), la basílica cisterna (muy cara, pero impresionante btw), el crucero por el bósforo y unas cuantas compras en el gran bazar.




Al día siguiente el calor veraniego es insoportable, desde buena mañana es horrible estar en la calle. Seguimos con nuestro afán consumista por el gran bazar y por el de las especias. Entre el calor y el ramadán topamos con un comerciante bastante desagradable, que acaba gritándonos en turco y escupiéndonos según nos vamos. Por lo visto, es bastante habitual que haya conflictos durante el ramadán y más si provocas un poco su religión (y con ese calor horrible, la cantidad de ropa no era la adecuada según su religión). Cuando cierran el gran bazar un chico de uno de los puestos nos ofrece acompañarnos a dejar las bolsas (que entre los precios y nuestra afición por comprar, no son pocas) y quedarse con nosotras por el centro. Es curioso que el chico se pasa el ramadán por el forro, mientras va fumando y bebiendo por la calle, pero le parece mal la ropa que llevamos, llegando a decir «no te ofendas, pero vas vestida como una puta» a una de nosotras. También nos comenta que si él se casa, tiene que ser con una mujer musulmana que lleve velo y sea practicante. La hipocresía religiosa también está presente allí.
En general, Estambul es una ciudad preciosa, con muy buen ambiente pese a ser una ciudad tan sumamente grande. Por norma general, la gente es muy amable y respetan el que tu no quieras cubrirte por su religión, salvo en las mezquitas, que es obligatorio si quieres entrar.




Deja un comentario